LUCÍA MEGÍAS, JOSÉ MANUEL
Miguel de Cervantes, a su vuelta del
	cautiverio de Argel, se gana la vida
	como funcionario en el laberinto de la
	corte. Es en términos de la época un
	«solicitador de causas». Entre sus tareas
	contrastadas figuran la de ser discreto
	correo real en Orán, comisario de
	abastos, cobrador de impuestos, «juez
	ejecutor de su Majestad», ayudante de
	edición para el librero Francisco de
	Robles, contable y, a ratos, escritor en
	busca de nuevos retos. La leyenda dice
	que fue en la cárcel, que lo acogió en su
	laberinto varias veces, donde mayor
	sosiego encontró para sus aficiones
	literarias. En estos veinticinco años
	también tuvo tiempo de tener amores
	con Ana Franca, reconocer a su hija
	natural Isabel de Saavedra y casarse en
	Esquivias con Catalina de Salazar.
	De 1580 a 1605 Cervantes publica
	algunos poemas, la novela pastoril de La
	Galatea, compuso más de veinte o treinta
	comedias ?recibidas con «general y
	gustoso aplauso» y da a la imprenta el
	exitoso libro de El ingenioso hidalgo don
	Quijote de la Mancha. En este laberinto de
	las letras se hallaba, en enemistad manifiesta
	con Lope de Vega, cuando de
	nuevo fue apresado por su improbable
	implicación en la muerte del caballero
	Gaspar de Ezpeleta, asesinado delante de la
	casa que ocupaba toda la familia Cervantes
	en Valladolid.
	Cuando la corte retorne al laberinto de
	Madrid, Cervantes también lo hará, en
	palabras de su hermana Andrea, como «un
	hombre que escribe e trata negocios».